El grito en la pared
Caminando por un pueblo del sur de España, muy cercano a Málaga, me encontré con esta figura que representa a uno de los artistas plásticos más importantes del siglo XX, y sin duda alguna de todos los tiempos. Pablo Ruiz Picasso, malagueño, hijo de un catedrático de dibujo de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Málaga y director del Museo Municipal de la ciudad, quien fuera considerado el mayor representante del exilio español durante la dictadura de Franco.
La postura política de Picasso era abiertamente contraria al general Franco, sin embargo, a diferencia de lo que muchos creen, el artista no se exilió en Francia por sus diferencias políticas, ya llevaba 36 años viviendo allí cuando estalló el conflicto español.
Al observar esta figura lo primero que vino a mi mente fue el Guernica, y me di cuenta que esa obra realizada hace 80 años está más vigente que nunca. Es un lienzo enorme (7.76mts x 3.49mts), y representa el horror de la población homónima localizada en el País Vasco, que el 26 de abril de 1937 fue el objetivo de un bombardeo ejecutado por la legión Cóndor nazi y la Aviazzione Legionaria italiana, en apoyo al general Franco durante la Guerra Civil Española.
Picasso recibió como encargo de parte del gobierno de la Segunda República Española realizar una obra que sería la principal dentro del pabellón español en la feria internacional de París de 1937. Al aceptar, no tenía muy claro lo que iba a pintar, sin embargo, mientras su amante la fotógrafa Dora Maar conseguía un estudio de mayor tamaño para poder albergar la obra, ocurrió el terrible ataque. Él observó las primeras imágenes de los restos de Guernica en el periódico francés L´Humanité y estas fotografías en blanco y negro fueron inspiración para lo que iba a desarrollar. De allí en adelante decidió realizar la obra en blanco, negro y matices de gris.
El Guernica representa el horror de la represión moderna hacia la población civil desarmada. Es una denuncia sobre el abuso de autoridad y demuestra hasta donde puede llegar la maldad humana. Otra razón por lo que Picasso decidió renunciar al color.
Existe una anécdota, aunque difícil de corroborar pero muy elocuente de la barbarie militar. Durante la ocupación nazi de Francia Picasso residía en París, mientras su estudio era requisado por los nazis, un oficial alemán, buscando motivos para su detención, le preguntaba con una foto del Guernica en la mano si él había pintado eso, la respuesta del genio malagueño fue “no lo he pintado yo, han sido ustedes”.
Picasso nunca permitió que el Guernica pisara el suelo español mientras no regresara la democracia. En 1938 la obra comenzó un recorrido por varias ciudades de Europa; Oslo, Copenhague, Estocolmo, Gotemburgo, y luego a Londres, Leeds, Liverpool y Manchester, hasta el 1º de mayo 1939 cuando llegó a Nueva York a bordo del buque Normandie. Picasso decidió que la obra permaneciera en custodia del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) por los próximos 41 años.
Luego de la muerte de Franco, y después de una acalorada negociación entre el MoMA y los herederos del artista, la obra fue repatriada a España el 10 de septiembre de 1981, y exhibida en el Casón del buen retiro de Madrid hasta 1992, cuando se trasladó al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en la misma ciudad, y donde se encuentra actualmente.
En circunstancias normales las connotaciones de una obra de arte que representa una denuncia ante los excesos militares no tiene mayor importancia, sin embargo hoy en día me doy cuenta que la humanidad puede transitar por callejones muy oscuros sin demostrar haber aprendido mucho de las experiencias pasadas. La represión y barbarie militar no son prácticas modernas, ha sido una constante en la supuesta evolución de la humanidad. Digo supuesta porque creo firmemente que esta evolución que muchos defienden no es tal, seguimos siendo de la misma materia, un complejo equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal.
La importancia fundamental del Guernica se centra en que después de 80 años esta obra mantiene vigente su significado y se conecta con cada generación en sus propios términos. Durante su exilio la obra recibió diferentes nombres, siendo además embajadora de España ante el mundo en constante denuncia de los excesos militares. En ocasiones se le denominó “El último exiliado”, pero el nombre más impactante, en mi opinión fue “El grito en la pared”.